Cervezas La Salve

«Con todo lo que se está moviendo seguro que LA SALVE va adelante»

«Con todo lo que se está moviendo seguro que LA SALVE va adelante»

Entrevista a dos trabajadores de la antigua fábrica de cervezas LA SALVE

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José María Suárez y Luis Calle, antiguos trabajadores de LA SALVE, posan con Jon Ruiz, el actual director

En la inaguración del ESPACIOLASALVE nos acompañaron José María Suárez y Luis Calle, dos antiguos trabajadores de la fábrica de cervezas LA SALVE que vieron en primera persona cerrar la anterior etapa, la que acabó en 1978. Viven con ilusión el renacer de la marca que fue su primer empleo y del que guardan tantos recuerdos. Se les ilumina la mirada cuando rememoran a tantos compañeros y compañeras que formaban «aquella gran familia». Incluso recuerdan con cariño a «la competencia» (la Cervecera del Norte): todos los años jugaban un partido de fútbol entre las dos empresas y celebraban el patrón de los cerveceros con una comida de hermandad.

¿Cuántos años estuvisteis en LA SALVE?

José María: Unos cinco años, yo empecé a trabajar con 18 años.

Luis: Yo empecé de aprendiz con 15 años y estuve 3 años, hasta que cerró en 1978.

¿Cuál era vuestro trabajo?

José María: Yo era conductor y me encargaba de hacer reparto y de recoger botellines vacíos de los bares.

Luis: Entré de aprendiz de mecánico y luego fui subiendo hasta llegar a ser el encargado de la fábrica de hielo. Entre otras cosas, mantenía en funcionamiento los compresores de amoniaco para hacer frío. También reparaba los vehículos que conducía mi compañero José Maria. Eran unos camiones Ebro, muy antiguos que tenían una mecánica básica, muy sencilla. Allí aprendí mi profesión actual, que es mecánico. 

«Cada día se regalaba a los trabajadores dos botellines por persona, y cada semana una pastilla de jabón»

¿Cómo recordáis aquellos años?

José María: Se vendía mucho, porque entonces solo había cerveza y gaseosa, no había otro tipo de bebidas o refrescos. Las cajas eran muy grandes y pesadas, de madera. Había mucha clientela, por ejemplo, repartíamos mucho por todos los merenderos entre Santurce y Bilbao y en todas las fiestas de pueblos.

Luis: Yo era un crío, recuerdo que se oía una campana: clin clin clin y la gente entraba a trabajar. Cada día se regalaba a los trabajadores dos botellines por persona, y cada semana una pastilla de jabón. En Navidad, además se daba un saco de carbón y una caja de cervezas a cada trabajador. Aquello era un poco como la serie Cuéntame: en los despachos se trabajaba con manguito, se usaban máquinas calculadoras enormes, se contaba el dinero a mano… Pero recuerdo sobre todo a mis compañeros de trabajo, que éramos como una familia.

José María: Yo también recuerdo a todos, a don Emilio, a don Paco, a don Javier, al químico Marcus Zimmerman, recuerdo los nombres de todos los que trabajaban allí en aquel tiempo. También trabajaban mujeres, que se encargaban de pegar las etiquetas y de sacar las botellas de los pasterizadores y meterlas en cajas.

Luis: Para mí la fábrica es parte de mi vida de adolescente y de barrio, porque nosotros nos sentábamos en la cervecera en el despacho de abajo y tomábamos cervezas, unas patatas fritas y pollo… es cosa de nuestra juventud, además, vivíamos allí y en el barrio olía a cebada cuando hacían cocimiento, se notaba perfectamente. Todo el mundo sabía que en ese momento se estaba cociendo la cebada, es un olor que solo he vuelto a percibir en Alemania en algunas cerveceras.

«El sabor de la Munich actual es muy parecido al de la cerveza de entonces»

José María: Y también recuerdo a compañeros de la la Cervecera del Norte, la que estaba en Basurto, con quienes compartíamos la tarea de recoger los botellines de los bares, que estaban pintados y no llevaban etiqueta. Se iban apartando todas y cuando había un camión completo íbamos allí a El Norte, descargábamos aquello y hacíamos el cambio. Además, en la fiesta de los cerveceros que era en septiembre, pero como había mucho trabajo todavía entonces, la hacíamos en diciembre, comíamos juntos los de El Norte y los de La Salve y jugábamos un partido de fútbol.

¿Cómo os enterasteis de que LA SALVE volvía a renacer?

José María: Yo lo vi en una tienda que montasteis en el Casco Viejo y entré a preguntaros y hablar con vosotros, porque me hizo mucha ilusión.

Luis: Vivo muy cerca de la antigua fábrica y lo vi en un reportaje que salió en el periódico. Entonces me puse en contacto con vosotros para contaros una sorpresa: yo tengo en casa la última botella que se fabricó en LA SALVE.

¡Qué bueno! ¿Y qué opináis de los nuevos botellines? ¿Os recuerda el sabor a los antiguos?

«Me hizo mucha ilusión ver que renacía LA SALVE»

José María: Los botellines de entonces se parecen a los de ahora, los de 25 cl. También había otra botella de 33 cl y luego salieron las que llamábamos “las chatas” porque eran de 33 pero muy bajitas y más anchas. El sabor de la Munich actual es muy parecido al de la cerveza de entonces.

Luis: ¡Uf! ¡hace tanto tiempo! Me parece muy rica. Ahora bien, si se puede sacar el ADN de la última botella, ahí la tengo [risas].

¿Qué os parece el proyecto de recuperar LA SALVE?

José María: Me parece estupendo, lo importante ahora es la habilidad de vender, para que el proyecto no fracase como otras fábricas. Pero con todo lo que estáis moviendo seguro que va adelante.

Luis: Sería impresionante que esto funcionase. Eso sí, lo que pasa es que hace falta mucha inversión de gente y acertar con el sitio, claro, porque en Bilbao todo funciona según el sitio. Con el tiempo me encantaría que LA SALVE vuelva a ser la cerveza de Bilbao. Yo lo veo fácil, si lo promociona el Athletic, ya está hecho [risas].